Quiénes somos
Somos un grupo de cristianos de convicciones reformadas pertenecientes a distintas iglesias. Creemos en la depravación total del ser humano, en la elección incondicional de Dios, en la expiación particular de Cristo, en el llamamiento eficaz del Espíritu Santo y en la perseverancia o preservación de los santos. Creemos en el principio de Ecclesia reformata, semper reformanda secundum verbum Dei (La Iglesia reformada, siempre reformándose según la Palabra de Dios), obedeciendo el mandato divino: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma (Jer 6:16).
Somos un grupo de cristianos esperanzados en que Dios haga su obra por medio de estas vasijas de barro. Somos conscientes de que cuando hayamos hecho todo lo que nos ha sido ordenado, debemos decir: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos (Lc 17:10). Queremos ser ese mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo le dé su ración al pueblo de Dios (Lc 12:42).
Somos un grupo de cristianos confiados en el Dios de toda gracia que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros (Ef 3:20).
Somos un grupo de cristianos que, reconociendo su poca fe, más pequeña que un grano de mostaza, conocen el poder de Dios, que puede hacerla crecer hasta echar grandes ramas para todo creyente de habla hispana (Mr 4:31-32).
Somos un grupo de cristianos que pide a Dios que despierte el espíritu de muchos, como hizo con Zorobabel (Hag 1:14), que abra los ojos de los ciegos (Is 42:7) y de los que aún ven a los hombres como árboles […] que andan (Mr 8:24).
Somos un grupo de cristianos que saben que la guerra es de Dios (2 Cr 20:15), y que él nos ordena ir a ella con esta nuestra fuerza (Jue 6:14).
Somos un grupo de cristianos que alabamos al Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondió estas cosas de los sabios y entendidos, y las ha revelado a los niños […] porque así le agradó (Lc 10:21), que nos gozamos en la promesa de que Cristo verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho (Is 53:11), y que oramos que el Espíritu Santo, como un viento recio, sople como antaño y llene toda la casa de la Iglesia en la actualidad (Hch 2:2)