En las Escrituras puede verse que Dios da mucha importancia a la paciencia, y a esta desde tres puntos de vista: la paciencia que él tiene para con nosotros, el fruto del Espíritu que contiene la paciencia que él nos da y nuestro deber de tener paciencia en nuestras vidas.
Pero, a pesar de su importancia, es evidente que muchos cristianos muestran poca paciencia según los dos últimos aspectos indicados. Y esto deshonra a Dios y es malo para nosotros mismos por sus muchas consecuencias dañinas y porque denota una baja condición espiritual.
En relación con el pasaje que desarrolla magistralmente el autor (tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas), y ante la pregunta: «¿Se burla Dios de nosotros cuando nos ordena hacer aquello que sabe que no podemos?», dice Arthur Pink: «La mejor respuesta que he encontrado para esta pregunta es la que dio Agustín de Hipona: “Dios da mandamientos que no podemos obedecer para que sepamos lo que hemos de pedirle”». En este caso, una buena oración es que encamine nuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo (2 Ts 3:5); paciencia para obrar, para soportar y para esperar.
El darnos cuenta de nuestra impotencia debe llevarnos a orar con más insistencia a aquel que tiene toda potestad, y así, cuando crecemos, lo hacemos también en humildad, dándole toda la gloria al Único que la merece y le corresponde.